MARIANO FRAGUEIRO
SU PENSAMIENTO SOBRE LA ORGANIZACIÓN DEL PAÍS
1.-Introducción: Esbozo biográfico.
Mariano Fragueiro había nacido en Córdoba el 20 de Junio de 1795. Perteneció por sus ideas a aquel grupo de jóvenes imbuidos de los principios de Mayo de 1810. Si bien por su edad era un poco mayor que el común de los integrantes de la generación de 1838, participaba de sus mismos ideales, propósitos y miras. En los esfuerzos y tareas de esa generación, se vislumbraban sus objetivos, es decir, perfeccionar, completar y concretar el programa transformador de la Revolución de Mayo, que había quedado postergado o casi olvidado en la sucesión de cambios y luchas.
Había estudiado en el Colegio de Monserrat y en la Universidad de San Carlos en Córdoba, los que interrumpió en 1813 para entregarse al comercio. Esta actividad era tradicional, tenía alguna jerarquía, y daba cierta distinción a quienes se dedicaban a ella, aparte de reportarles buenos beneficios, aunque en el interior generalmente menos que a los asentados en las provincias litorales.
En 1818 se trasladó a Buenos Aires, y allí, radicado unos años, contrajo matrimonio con Ana Pantaleona de Alzaga. Más pronto regresaría a su ciudad natal, en la convicción que con su aporte podría ser restaurada en Córdoba “la riqueza y consideración primitivas”. Es así como en la tercera década del siglo XIX, “Don Mariano no solamente ejercía el comercio, sino gustaba hacer ver que también había tenido tiempo desocupado para dedicarlo a las manufacturas. Estableció una curtiembre y zapatería –relataba el Capitán Andrews en su viaje por el interior en 1825 y 1826-; y cual no seria mi sorpresa cuando, visitando el taller, encontré tres o cuatro compatriotas míos trabajando empeñosamente. Me enseñaron muestras de cañas de bota iguales en aspecto a las mejores inglesas”, y agregaba, “encontré que había numerosos franceses y otros extranjeros en Córdoba, ocupados en ramos diferentes de profesión y comercio que se han establecido por el sistema liberal y patrióticos esfuerzos de Don Mariano, y ofrecen feliz contraste con el espíritu estrecho y cauteloso tocante al progreso, manifiesto en otras partes de Sud América”. De modo que el trabajo unía a argentinos y extranjeros por el bien del país. Fue entonces que se realizo la expedición para reconocer el río Tercero-Carcarañá y demostrar su navegabilidad desde Córdoba hasta el rió Paraná, proyecto en el que Fragueiro demostró especial interés al poderse concretar la idea de su padre -Don Antonio Benito Fragueiro- al gobierno del Virreinato a fines de los años XVIII.
Al mencionar este antecedente, no podemos dejar de ensamblarlo con el canal proyectado en Córdoba por el Ingeniero Luis A. Huergo en los años 1889-1890, proyecto que retomado durante el segundo Gobierno de Don Ramón J. Cárcano (1925-1928) no llegó a efectuarse. ”De concretarse, pensamos, ésta hubiera sido una experiencia valiosísima para incorporar canales interiores navegables a los progresos del país”. Además hubiera significado “un alivio para el intercambio comercial de las Provincias del Norte con las del Litoral y llegaría a Córdoba el voluminoso comercio de Cuyo, aliviándose también los caros fletes con Chile.
Cuando llegó el General José María Paz a Córdoba, Fragueiro se desempeño como su comisionado ante el gobierno de Buenos Aires en 1829, mientras sus hermanos colaboraban la ciudad mediterránea, en el afán de llegar a un buen entendimiento entre ambas partes: unitarios y federales. Pero los acontecimientos no marcharon acordes con ambos anhelos: derrotado en Oncativo, Facundo partió a Buenos Aires, donde fue recibido como un triunfador, a la vez que grupos exaltados alteraron el orden de la ciudad y atacaron la casa en que residía Fragueiro, es decir, el comisionado de Paz. No obstante las garantías que le hizo llegar el General Rosas, Don Mariano pidió sus pasaportes con el objeto de regresar a Córdoba. Aquí desempeñó algunos cargos, hasta el de Gobernador interino luego de ocurrida la prisión de Paz. En esas circunstancias, el General Estanislao López y él fueron signatarios de la convención de paz, hecho que no significó una garantía de tranquilidad para los unitarios. Así fue como, ante la proximidad del segundo Gobierno de Rosas, Fragueiro tramitó y consiguió en 1834 sus pasaportes ante el gobernador Viamonte. Su intención era marchar con destino final a Chile ya que su espíritu no congeniaba con la tiranía. Solo interrumpió el ostracismo por causas familiares, y en 1814 vino a Buenos Aires con tanta reserva que el General Paz habría de comentar al General Pedro Ferre: “Don Mariano Fragueiro se ha metido en Buenos Aires, se ha llamado a silencio y no ha escrito ni una letra a sus mejores amigos”. Tuvo que volver una segunda vez a Buenos Aires en 1848, dada una seria enfermedad de su esposa, y en ambas oportunidades con la discreción que imponía la época y su propósito de no comprometer a sus relaciones. En todo viaje enriquecía su mente con observaciones y en base a ellas planificaba; así, pensaba que podría crearse entonces un poder apoyado sobre los bienes materiales, y colocándolo en mano del pueblo se promovería “una revolución industrial cuyos resultados serian el respeto a la propiedad, las franquicias comerciales y el consiguiente anulación del Gobierno despótico que se encontraría así ser un embarazo innecesario, o mas bien contrario al fomento y desarrollo de la industria y del comercio”. Vale decir que, producidos los efectos económicos que se perseguían, el tipo de Gobierno imperante no tendría objeto y caería.
En Valparaíso le entregó a estudios de economía y a trabajos pertinentes en beneficio del país que lo asilaba, a la vez que alternaba en la Sociedad de Beneficencia y Agricultura de Chile. Como fruto de sus esfuerzos y dedicación publicó la “Organización del Crédito” en 1850 y en el país mencionado; cuando conoció el significado de la batalla de Caseros, aplico sus ideas a los problemas de su país natal, con miras a contribuir a la organización nacional y con el mismo afán que movió a Alberdi a escribir sus “Bases”. Su pensamiento cobró forma con el nombre de “Cuestiones Argentinas”, publicado en Copiapó en 1852. Justamente en el mes de Septiembre de es año 52, Mariano Fragueiro envió un paquete de “Cuestiones Argentinas” a su amigo y pariente Manuel Solá, solicitándole los distribuyera entre los amigos que señalaba. Con esta publicación -decía- creía demostrar “que ni Buenos Aires ni las Provincias perderán en su organización proyectada”. Agregaba, “me ha parecido que los porteños, dudando de lo que serán en al Organización, quieren quedarse en el aislamiento que ya conocen. He creído por esto conveniente descender a tales cuestiones prácticas, y provocar a la prensa a discutirlas, a fin de que veamos lo que seremos, para dejar con gusto lo que somos”. Pensar, discutir para que lo sugieran a la luz las soluciones que llevaran a la unión, la organización y la constitución, logrando así el bien para la comunidad y para las generaciones que le sucedieran. Tan sencillos y valiosos pensamientos nos dan la imagen de un hombre generoso y justo. No es raro entonces que se identificara desde muy joven con los principios de la masonería, en la que fue inicia do por Don José de San Martín cuando su permanencia en Córdoba en 1814.
Al regresar al país después de Caseros, se afilió a la Logia Unión del Plata de Buenos Aires.
Había llegado el tiempo del regreso a su país natal. Fue nombrado en agosto de 1853 en calidad de Ministro de Hacienda y miembro del Gobierno Nacional Delegado por el Director Provisorio de la Confederación.
El Congreso Constituyente comenzó a considerar el 28 de Noviembre de ese año el proyecto de Fragueiro sobre Organización de la hacienda y Crédito Público que redacto en colaboración con Del Carril y Subiría. El mismo trataba sobre rentas generales, crédito publico, es decir, tópicos extensamente elaborados, que conformaron sus teorías socio-económicas. El proyecto fue discutido en varias sesiones y se aprobó; al clausurarse el Congreso en Marzo de 1854, la Nación contaba ya con Presidente y Vicepresidente constitucionalmente elegidos, quienes ya habían prestado juramento. Las nuevas autoridades gobernarán en una época difícil y en un país pobre y sin rentas en el que solo Buenos Aires contaba con las entradas de aduana. La situación se agravaba por la falta de un régimen monetario, vale decir, de una moneda metálica nacional. La plaza se caracterizaba por la variedad de numerario en circulación, de lo que resultaba un desorden cambiario. Así tenemos que, mientras en Buenos Aires circulaban monedas metálicas extranjeras y papel moneda de distintas emisiones, en las trece provincias restantes se utilizaban monedas de plata boliviana y chilena, pesos fuertes, onzas de oro y patacones. “No era sólo para el mal que resultaba esta variedad de monedas y de valores lo que venía a perturbar las relaciones comerciales; algunas provincias acuñaban sus propias monedas y lo hacían con tan poca seriedad que alteraban la proporción de fino en pastas, originando la resistencia de los otros gobiernos a la circulación”. Esta anarquía, pensamos, perjudicaba en ultima instancia las operaciones mercantiles de los comerciantes de las distintas regiones; situación que se unía a la falta de capitales y a la escasa confianza de algunos hombres de negocios para hacer inversiones en ese medio tan inestable. Se imponía entonces el establecimiento de la unidad monetaria argentina que sirviese como tipo de relación con respecto a las demás y simultáneamente, ante la división del país, necesitaba el Gobierno arbitrar los medios económicos para desarrollar su obra en un momento en que todo estaba por hacerse. La tarea de organización había comenzado entonces desde los días del gobierno delegado en Paraná con Justo José de Urquiza como Director Provisorio, y Salvador María Del Carril, Facundo Subiría y Mariano Fragueiro en calidad de colaboradores. Se atendió el ordenamiento de la administración de Hacienda y Crédito, de los correos nacionales la contratación de personal extranjero perito en ferrocarriles, a la vez que se auspiciaba la inmigración de artesanos y trabajadores uruguayos a los puertos de la Confederación , con miras a promover el desarrollo de la industria; en tal caso el Gobierno les pagaría los gastos del pasaje.
Tanto durante el Gobierno provisorio como en la presidencia de Urquiza, el Ministro de Hacienda Fragueiro desarrolló una intensa labor, en el afán de concretar sus ideas sobre estructuración económica. La síntesis de su pensamiento se simbolizaba con los bancos, a los que consideraba fuentes reactivadoras de la circulación socio-económica; su objetivo se dirigía a inconvertibles traerían la solución anhelada para la anarquía monetaria. Sin embargo, en la practica, ellas estimularon la especulación en última instancia.
2.-Nuevos rumbos en la vida de Fragueiro
Nos ubicamos en el año 1853. Don Mariano estaba en Paraná cuando recibió un diploma fechado en 1 de Diciembre que lo distinguía como socio del Club de Orden de Santa Fe de la Vera Cruz. Decía al comienzo: “Atendiendo a los grandes bienes que la Provincia de Santa Fe y la República toda han de obtener la sabiduría, patriotismo y rectas intenciones que a favor de la Confederación Argentina animaban (al Exmo. Señor Dr.) Don Mariano Fragueiro”, como fundamento del nombramiento. Fragueiro debió sentirse conmovido y más aún, cuando lo eligieron por unanimidad como socio honorario del Club socialista de Paraná el 16 de ese mismo mes y año.
Este Club proclamaba el principio de la asociación como dogma sagrado de la inteligencia, de la civilización y de la felicidad humana, signado por el espíritu de confraternidad. En realidad era la primera vez que se establecía en nuestra sociedad una institución de este tipo, y el sentir general esperaba que su gestión reanudara en beneficio de todos, especialmente porque era la hora de organización de la Republica. El Club confiaba y sentaba en que Fragueiro aceptara este nombramiento en la convicción que simpatizaban “los principios de libertad y progreso, que caracterizan a la persona de S.E. con las bases que forman el programa de esta asociación...”. Cuatro meses más tarde se le expedía además el diploma de miembro nato del Club Mercantil.
La sucesión de acontecimientos en los años 53 y 54, en los aspectos político, social y económico, van a determinar el alejamiento de Fragueiro del Ministerio de Hacienda. Debió sentir amargura frente al cuadro del país dividido: por un lado la Confederación constituida y con capital provisoria en Paraná, que había jurado la Constitución el 9 de Julio de 1853; por otro lado el estado de Buenos Aires, que se declaraba constituido en Abril de 1854 con el libre ejercicio de su soberanía interior y exterior, mientras no la delegara en un Gobierno federal. Y nos preguntamos si este era el mejor preludio para arribar en ese día una paz duradera, a un arreglo o a un entendimiento. Es conocido desde el momento mismo desde la apertura del puerto bonaerense al comercio exterior, la Provincia había entrado en la órbita de la economía europea y de la norteamericana, que simultáneamente había empezado el debilitamiento de los lazos que vinculaban a Buenos Aires con el interior (que además nunca fueron muy fuertes). Así planteado el problema, la secesión no preocupaba a Buenos Aires, pero si ensombrecía a la Confederación al observar su presente económico de entonces. Fue cuando surgieron los derechos diferenciales y las emisiones inconvertibles antes mencionadas, como parte de un plan que en el aspecto financiero fracasó, “por negarse el público a recibir los billetes del flamante Banco Nacional de la Confederación , como no fuese con enorme quebranto.
Los papeles de Fragueiro -apellido del innovador Ministro de Hacienda- inspiraban desconfianza rayana en repugnancia. El 22 de Julio, y llegando ya su demérito hasta un 70%, hízose necesario imponerlos con curso forzoso y limitar, por prudencia la cantidad de las habilitaciones bancarias”. Llegó el momento en que “las gentes desconfiaron más”, pese a las medidas tendientes a evitar el rechazo de la moneda fiduciaria federal, y a fines de julio de ese año 54 el Ejecutivo reconoció que “la batalla del papel moneda está perdida, aunque de los seis millones autorizados solo se emitieron un millón seiscientos setenta y seis mil que no representaban ni la mitad de la renta a recaudar ese año”. El decreto pertinente decía que, “las leyes de Hacienda y Crédito sancionadas por el Congreso General Constituyente tal vez comprendidas por el país y ejecutadas incautamente, han producido una verdadera perturbación social que el Gobierno está en al obligación de hacer cesar instantáneamente, aún con el sacrificio de las más halagüeñas esperanzas... Delante de esta crítica situación, el Ministro patriota e inteligente que dirigía el departamento de Hacienda se ha encontrado vencido. La historia lo juzgara”.
Él había trabajado con celo y con empeño, en la convicción de que la organización del crédito aplicada a un país con poco recursos produciría resultados positivos; sin embargo la desvalorización de la moneda en forma progresiva venía a demostrar el fracaso de su teoría, a la vez que los especuladores utilizaban la situación en su beneficio propio, mientras el común de la gente no aceptaba el papel moneda circulante. En tales circunstancias sobrevino la renuncia de Don Mariano Fragueiro al cargo de Ministro de Hacienda, el 4 de Septiembre de 1854. Su renuncia no significó el dejar de cooperar con la gran causa de la organización nacional; ella equivalía a su retiro ante el desacierto de los medios por el propuestos. Según sus propias palabras: “la experiencia me ha demostrado que no puedo continuar, me siento enfermo, cansado e incapaz de ocuparme más tiempo en mi laborioso Departamento”; agregaba que, al retirarse de “Servicio público llevo la satisfacción de haber contribuido con el V.E. y demás miembros del Gobierno Nacional a establecer la calma, la justicia y libertad en la Confederación Argentina ”. Fragueiro centraba así satisfacción en la obra de equipo -del grupo gubernamental- en pos de aquellos aspectos valiosos que se perseguían, es decir, “establecer la calma, la justicia y libertad en la Confederación Argentina ”. De no haber existido separación, es decir, si la paz y la unión hubieran reinado entre Buenos Aires y la Confederación , los planes del ministerio de Hacienda hubieran alcanzado, creemos, una mayor eficacia a favor de todos los habitantes. Sin embargo, la realidad se presentó de otra manera y Fragueiro se llamó a retiro porque las circunstancias -creyó- así lo exigían. Eso fue lo accidental u ocasional, pero sus intereses permanentes estuvieron por la integración de la Nacionalidad Argentina.
Consultemos mejor su opinión, poco después de su renuncia. Comentaba en carta a su amigo Bondman (hombre de negocios) que, no obstante apartarse oficialmente de los negocios públicos, conservaba con el señor Presidente Urquiza y demás miembros del Gobierno “la mejor relación y contribuye en cuanto puede al mejor acierto de sus medidas”. Creía que la Confederación y Buenos Aires mantenían una separación provisoria, lo cual demuestra su esperanza de que pronto se unirían; “pero al fin la comunidad de intereses, la unidad de hábitos, costumbres y demás nos unirá”. Claro que en interin la escisión determinó que el Estado de Buenos Aires comerciara por su clásico puerto, mientras que las demás entidades provinciales lo hacían por ocho puertos situados sobre los ríos Uruguay y Paraná, de los cuales era el principal el de Rosario, “por donde traficaban todas las provincias interiores incluso las de Cuyo y Salta que ya dejan el mercado de Valparaíso y se dirijen al Paraná, donde las llaman las ventajas naturales”. Destaca Fragueiro entonces la importancia que había cobrado Rosario, convertida en una gran ciudad, base de la prosperidad y engrandecimiento de la Confederación ; y de consiguiente punto de partida para proyectos y empresas fundadas en el desarrollo rápido de todo género de industrias”. Luego trae a colación algo que nos hace volver el recuerdo más atrás en el tiempo, al mencionar los tratados de navegación que firmara el General Urquiza cuando era Director Provisorio de la Confederación ; tratados firmados con Inglaterra, Francia y Estados Unidos el 10 de julio de 1853 en San José de Flores. Aquí concluye el dilema de una vieja data, que comenzó en la época colonial, afloró en Caseros y se consolidó en dichos tratados: “la libertad fluvial es la llave de la paz de la República Argentina ” (Alberdi, Sistema económico y Rentístico de la Confederación Argentina , según su Constitución de 1853, en Obras Completas, T. IV, Buenos Aires 1886 Pág. 497). Sin lugar a dudas este asunto estuvo presente en la organización nacional y contribuyó a la unidad Argentina, porque con la libre navegación de los ríos se respetó la igualdad de derechos de todas las provincias. Y no olvidemos que Urquiza estaba autorizado por el artículo 16 del Acuerdo de San Nicolás para reglamentar “la navegación de los ríos interiores de la República , de modo que se consulten los intereses y seguridad del territorio, y de las rentas fiscales...” (Asambleas Constituyentes Argentinas, Tomo VI 2a sección. Pág. 462). Ahora retomemos la carta de Fragueiro -un hombre del Interior muy vinculado al Litoral- a Bondman en la parte referente a los tratados (y comprendamos) su afirmación al respecto, “los tratados que aseguran en perpetuo la comunicación de estos ríos con el Exterior; de manera que sea cual fuere la suerte y política de Montevideo y Buenos Aires, jamás podrán incomunicar a la Confederación con la Europa ”.
También Fragueiro atestiguaba con el problema venia desde antiguo, cuando agregaba: “La antigua política colonial heredada por el Gobierno de Buenos Aires ha mantenido a las Provincias Argentinas ocultas y desconocidas a la vista del mundo. Buenos Aires era el que se mostraba solo, resumiendo toda la importancia que el producto y el consumo de aquellas centralizaba en ese mercado”. De este modo pensaba Fragueiro, solo uno que otro viajero que recorría el país daba fe de los extensos y fértiles campos que conocía. Pero ya era llegado el buen tiempo; y por ello el informante opinaba que, “hoy, gracias a los medios de que sirve la Providencia para gobernar las sociedades. Las Provincias de la Confederación Argentina aparecen al mundo, como una tierra nuevamente descubierta”. Además de esto, no obstante todo lo negativo que significó la escisión, hubo otro efecto positivo: que Rosario había llegado a ser un puerto vital y Fragueiro pronosticaba que “será en lo sucesivo el principal puerto para comunicarse la Confederación con la Europa , pues que la experiencia ha mostrado las ventajas de hacer el trafico por el Río...”.
En consecuencia, a raíz del aislamiento, vino el Interior a imponerse a Buenos Aires, a darse su propio valor por sus propios medios. Pero nos preguntamos si este aislamiento de cada entidad y la demostración mutua de que cada uno podía por sí misma, no estaba probando que ambas partes se necesitaban y que se complementarían y existirían mejor cuando las dos formaran parte de un solo todo?. Nos parece que ambas entidades estaban comenzando a conocerse, y los lazos de tradición común terminarían por unirlas más tarde o más temprano; entonces su unión quedaría consolidada en base a una serie de factores, pero esencialmente por el respeto y la valoración recíprocos. Don Mariano Fragueiro seguía por su derrotero. En la nueva etapa de su vida resultó ser elegido Senador por Santiago del Estero ante el Congreso Nacional Legislativo en Octubre de 1854. como es que este cordobés va a representar a otra provincia que no es la natal?.
Ocurrió por la renuncia del ciudadano Amancio Alcorta a cargo de Senador; ante esta novedad, Don Manuel Taboada, que se desempeñaba como Gobernador y Capitán General de Santiago del Estero le extendió el diploma de Senador correspondiente. Era importante para él sentirse útil al país, a intereses superiores y permanentes, y el país reconocía sus valores. También eran reconocidos fuera del país. Ejemplo de ello fue la designación como Vicepresidente de Honor del “instituto de África” dictada en la sesión del consejo Superior del mismo a fines de 1854. En la respuesta de agradecimiento -en 6 de Diciembre de 1854- Fragueiro expresaba su adhesión a los nobles propósitos de la institución, su respeto al estatuto según el cual se regía, “y los mas ardientes deseos de concurrir a la regeneración de la raza africana por la abolición de la trata y la esclavitud” (Este es otro matiz del pensamiento de Fragueiro).
Nuevo estimulo debió significarle el nombramiento de socio honorario con que le distinguía la “Asociación de Amigos de la Historia Natural del Plata” el 22 de Agosto de 1855; esta institución, que tenia su asiento en Bueno Aires, esperaba que el nuevo socio contribuyera eficazmente a llenar los objetos de la misma, prestándole su apoyo y colaboración: para pensar así contaban con la ilustración y “celo que lo anima por el progreso de las ciencias naturales”.
En 1857 Córdoba lo eligió como Senador ante el Congreso Nacional. En ese cargo se encontraba cuando desde su provincia natal se le comunicó la noticia de su elección como gobernador en ella.
Quizás a esta altura de los acontecimientos sea conveniente recordar la época para ubicarnos. En el escenario nacional persistía el desacuerdo entre el estado de Buenos Aires y la Confederación ; en el orden local cordobés había arribado al poder en 1852 Alejo Carmen Guzmán, elegido ese mismo año como Gobernador Propietario. El partido que lo auspiciaba se dividió en dos grupos: uno que apoyaba al Gobernador, era netamente federal y puede denominarse guzmanista; otro era opositor a Guzmán y lo dirigían Modestino Pizarro y Justiniano Posse. Al margen de esa división interna de partido, se había formado una fuerte oposición al Gobierno integrada por u amplio sector de aquellos apartados del poder a raíz de la revolución del 27 de abril de 1852 (repercusión de Caseros en Córdoba): a su frente se hallaba Félix de la Peña. El devenir determinó que aquellos y estos opositores se acercaran y ambas facciones se unieran bajo el mando de Justiniano Posse. De donde surgió que estos grupos unidos fueran denominados “Aliados” -igual que en la guerra de Crimea- y “Rusos” los del partido oficial; quedó asó planteado un conflicto latente.
En los preludios de la elección de Fragueiro, cuando gobernaba todavía Roque Ferreira -en cuyo Gobierno se sancionó la Constitución Provincial de 1855-, se vislumbró una posible reconciliación entre “Rusos” y “Aliados”. Fragueiro pertenecía al sector “Aliado”, pero sus elevados principios y recta trayectoria se traducían en un amplio apoyo en todos los pueblos de la Provincia. El mismo se encargó de sostener que en su elección “nada había influído la voluntad del General Urquiza”; y a propósito comentaría “El Imparcial” que, “mas que un hombre vemos pues en esta elección el triunfo de un principio y la consagración práctica de la independencia provincial de Córdoba”. En respuesta a la noticia enviada, Fragueiro contestó al Gobernador Ferreira aceptando la decisión del público elector “puesto que mi nombramiento no importa sostener un partido, ni promover la guerra civil, y que todo cuando se me exige es celo por la Nacionalidad , y por el bienestar de la Provincia ”; más adelante agregaba, “felizmente para la Confederación el bien de los pueblos esta hecho por el General Urquiza; los que gobiernan solo tienen que conservarlos manteniendo la Normalidad en la estabilidad constitucional”. Palabras que dan a cada uno lo suyo y que entrañan reconocimiento, respeto y responsabilidad. Venía animado del espíritu de unión y progreso, y se proponía gobernar con la conciencia del deber y el amor a la verdad.
Asumió el 27 de junio de 1858, es decir, a los tres días de su arribo desde Paraná; al día siguiente nombraba ministros secretarios a los Doctores Luis Cáceres y Lucrecio Vázquez. Durante su gestión gubernamental se ocupó de los distintos problemas provinciales procurando encontrarles solución; se creó entonces una Academia de Práctica Forense, fue derogado el pago de derechos de alcabalas en los contratos, entre otras medidas, y se adhirió a las declaraciones del Gobierno Nacional de Paraná acerca de la resolución -en forma pacífica o no- de la cuestión que dividía al Estado de Buenos Aires de la Confederación. Para ello cooperó con trece cajones de fusiles que envió a la capital nacional provisoria “para prevenir el estado indefenso a que redujo la plaza del Rosario la captura, por el Gobierno de Buenos Aires, de 600 fusiles que conducía el vapor Pampero para la defensa de aquel punto”. Al mismo tiempo ordenó la organización y movimiento de la Guardia Nacional enviándola a disposición del General Urquiza, jefe del ejercito de la Confederación , en su lucha para someter a Buenos Aires. Fragueiro comprendía el tiempo trascendental que estaba viviendo el país y, siempre en la línea de Mayo, hacía votos por la unión nacional, “por la integridad de la Nación de Mayo... de la gran familia argentina”. A su juicio -según el manifiesto de 27 de abril de 1859 y dirigido al pueblo de la provincia -los hechos que se desarrollaban en las provincias confederadas del Litoral podían tener resultados inmensos para el país: “Las provincias que siete años fueron las primeras en iniciar la cruzada de la libertad contra el despotismo, son también hoy las primeras en manifestar por actos solemnes sus votos por la integridad nacional. Los demás pueblos hermanos recibirán ese pensamiento propio, heredado de nuestros padres de 1810” . Era éste un llamado no solo a la unidad y asociación, sino también al progreso, a la fraternidad, a la igualdad, a la libertad (cinco primeras palabras simbólicas del “Dogma Socialista”).
Desde 1858 comenzaron las conversaciones en alto nivel, acerca de los futuros candidatos a la presidencia y vicepresidencia de la Nación. Era imprescindible para la candidatura presidencial se tratara de un hombre que reuniera voluntades y trajera la concordia general. En una reunión efectuada en Buenos Aires en el mes de Noviembre de 1858, en casa del Doctor Dalmacio Vélez Sarsfield y a la que invitara personajes políticos (también al hijo de Don Mariano Fragueiro), se llegó a una solución: que Vélez Sarsfield escribiera a Fragueiro solicitándole diera a publicidad que aceptaba la presidencia bajo el programa de paz y amistad con Buenos Aires, asegurándole que esa solicitud decidiría los votos de Salta, Jujuy, Tucumán, San Juan, San Luis, y sobre el mismo pueblo de Entre Ríos. Sostenía Velez Sarsfield que la elección de Don Mariano equivaldría a la tan ansiada unión..., en la opinión de Buenos Aires, la persona del General Urquiza”. La carta en cuestión debe haber dicho meditar a Fragueiro, un hombre de principios, un economista, pero también un soñador, un romántico leal a sus principios. Si bien el ofrecimiento era tentador, contestó que ante todo era preciso consultar la opinión de Urquiza: tal como lo vamos conociendo, pensamos que no podía responder de otra manera. Si bien él pertenecía al partido “Aliado” (contrario a “Ruso” o federal), é había colaborado en el Gobierno de Urquiza (quien había proclamado la fórmula, ni vencedores ni vencidos) y creía en la unión nacional; “creía tan solo en la fuerza de la ley que asegura los bienes de la vida. El respeto a la ley, es la obediencia al pueblo que la ha dictado...”. Inmediatamente recordamos por asociación, el pensamiento de Esteban Echeverría en el “Credo” o “Dogma” cuando acertadamente piensa que los jóvenes de la generación del 38 no debían embanderarse ni con los unitarios ni con los federales, porque ello seria perpetuar las discordias que los separaban; lo que sí debía hacerse era intentar la amplia reconciliación de la familia argentina, en una forma generosa, sin vencidos ni vencedores. Cuando se le propuso esa candidatura presidencial a Fragueiro la época era similar, en tanto la división cundía entre Buenos Aires y la Confederación ; pero su posición estaba por encima de los intereses de bandos, es decir, al margen de ambiciones personales o de grupos: era llegado el momento de procurar la unión de los argentinos.
A la postre, el otro candidato para la presidencia obtuvo el triunfo por setenta y dos votos contra cuarenta y seis que reunió Fragueiro. El electo era igualmente cordobés, el Dr. Santiago Derqui.
Ya habían transcurrido dos años de su Gobierno en Córdoba, cuando estalló una revolución federal, episodio lamentable en el que el Gobernador Fragueiro fue arrebatado por los insurrectos, mientras se dirigía a los Departamentos del Norte de la Provincia. El había preferido enfrentar a los descontentos llevando como bandera la Constitución , en son de paz: pero se equivocó. Renuncio el 24 de Julio de 1860, reemplazándolo Don Félix de la Peña.
Año 1860: fue el año en que la Constitución reformada logró la reunión de las catorce provincias argentinas, aunque solo temporariamente. En esas tareas de redacción colaboraron masones tan destacados como Mariano Fragueiro, Domingo F. Sarmiento, José Benjamín Gorostiaga, Nicasio Oroño, José María Gutiérrez, Wenceslao Paunero entre otros; también Bartolomé Mitre, Santiago Derqui y Justo José de Urquiza. Todos ellos contribuyeron a la unidad del país; “el buen sentido de los hombres más esclarecidos logró imponerse y se llegó a la conciliación dando lugar a lo que hoy enorgullece a todos los argentinos: una sola patria, un solo territorio, una sola Constitución y un solo anhelo de progreso”. Así hablaba uno de los oradores en una reunión de la Gran Logia (la última tenida blanca del año celebrada el 25 de Noviembre de 1960), dedicándola a conmemorar el centenario de la constitución de 1860. En aquella oportunidad Fragueiro había representado a Córdoba en calidad de Diputado a la Convicción Constituyente Nacional, de la que fue además su Presidente.
Existen dos momentos mas antes de que se cierre el ciclo de su vida pública: uno es el de su actuación en el senado nacional en 1862 como representante de Córdoba en reemplazo de Velez Sarsfield; el otro es en 1866 cuando resulta elegido convencional para la reforma de la Constitución Nacional.
Se retira entonces a su hogar junto a su segunda esposa, su sobrina Antonia Lozano, con la que se había casado en 1865. Su muerte se produjo el 3 de julio de 1872, es decir a los 77 años de edad.
3.-Acerca de sus pensamientos.
Decíamos al comenzar este trabajo, refiriéndonos a Don Mariano Fragueiro que, si bien por la edad era un poco mayor que el común de los integrantes de la generación de 1838, participaba de sus mismos ideales, propósitos y miras. Estos jóvenes representaron el pensamiento de la emigración, que se convertiría pronto en el pensamiento de la organización. Es decir, que ellos efectuaron la renovación y reactivación y del espíritu de Mayo, que había quedado postergado o casi olvidado en la sucesión de cambios y luchas.
La evolución de las ideas europeas repercutió en nuestro país, particularmente las doctrinas políticas y sociales predominantes en Francia desde fines del siglo XVIII. Así, frente a las típicas influencias sansimonianas (socialismo romántico), se agrupaban las liberales propiamente dichas y las del cristianismo social. Sus representantes respectivos eran Leroux, Michelet Lacordaire y Montalembert en la católico-liberal. La generación de 1838 estuvo influenciada por el sansimonismo de Leroux y de ella surgieron pensadores y gobernantes que comprendieron objetivamente la realidad nacional al tiempo de la organización, imbuídos del espíritu liberal y revolucionario de 1810. “En los más de ellos el influjo de Pierre Leroux corrió paralelo con el de Lamennais y de los otros escritores franceses que prepararon en Europa la revolución socialista de 1848...”.
Para conocer y valorar a Mariano Fragueiro tenemos que ubicarlo en el tiempo y en el escenario en el que le cupo actuar. Que mejor que observar sus obras y leer sus párrafos para adentrarnos en su mente y en su corazón.
Mientras estuvo en Valparaíso fue que comenzó a escribir sobre Bancos de depósito y circulación con el objeto de difundir esas ideas y preparar el camino a las asociaciones de crédito que, según su opinión, reclamaba el fomento de la industria. Un día se decidió a reunir sus escritos de economía y preparó un libro titulado Organización de Crédito. Que publicó en Chile en 1850. Cuando se produjo Caseros quiso colaborar con la tarea de organización del país, y se apresuro a aplicar y adaptar su teoría a la Republica Argentina : de allí surgió Cuestiones Argentinas, publicada en Copiapó en 1852.
Tomemos un párrafo de Organización del Crédito. “El crédito público es un ramo de la soberanía tan estable y duradero como la sociedad. Es el centro a donde debe concurrir y de donde debe salir la propiedad pública, en sus diferentes movimientos sociales. Es el capital nacional atrayendo a los capitales sociales a un solo punto, y de allí emitiéndolos, en diferentes direcciones en la mayor armonía, entre los individuos y el público y con provecho para la riqueza nacional. Es la verdadera democracia industrial: es la confianza y república de todos los productores y consumidores de la sociedad en la administración del soberano, fundada aquella fe en el cumplimiento de las leyes naturales, que ofrecen a todo pueblo productos seguros que se producirían en perpetuo”. O sea que el piensa que el crédito publico redunda en beneficio nacional y que es la verdadera democracia industrial que infunde confianza a todos.
De la lectura del libro se desprende que, no solo es un estudio de tipo económico, sino que primordialmente es de tipo social. Sienta las bases organización social (un tipo de socialismo), en la cual la circulación de la riqueza estuviera en poder de la Nación.
Se reconoce en el autor la influencia de John Law cuando a mediados del siglo XVIII -según cita Fragueiro en la pagina 101- decía: “son los gobiernos quienes deben dar el crédito en lugar de recibirlo”. Y era a través del banco que se reactivaría la circulación del dinero.
Veamos ahora Cuestiones Argentinas, en la que se ocupa de nuestro país. Es notorio que comienza en forma emocionada, adelantándole su imaginación las escenas del regreso al país natal. Por ello, empleando un estilo solemne, dirá al comienzo: “la victoria de Caseros restituye la Patria a la Emigración Argentina. No es ya dudoso que tendremos Constitución, que nos asegure la propiedad, la libertad y el derecho de morir en nuestro suelo”.
En esta obra Fragueiro piensa que el Congreso Constituyente tendría que considerar primordialmente la serie de aspectos que estaban ya señalados en aquel Pacto que es un antecedente directo y fundamental de la Constitución de 1853: el Pacto firmado en 4 de enero de 1831 en el Litoral. En la atribución 4a de dicho Tratado se estatuía: “invitar a todas las demás Provincias de la República , cuando estén en plena libertad y tranquilidad, a reunirse en Federación con los tres litorales y a que por medio de un Congreso General Federativo se arregle la Administración general del país bajo del sistema federal: su comercio interior y exterior, su navegación, el cobro y distribución de las rentas generales y el pago de las deudas públicas”. Sin lugar a dudas eran puntos esenciales que debían estudiarse en procura de la organización nacional. Por ello Fragueiro se interesó y dedicó a cada una de estas cuestiones, analizándolas en todos sus derivados, sugiriendo posibilidades y soluciones. Comencemos a verlas: en la Cuestión Primera consideraba el arreglo de la administración general del país bajo el sistema federal. Dentro de este gran tema, alineaba como partes, las siguientes: 1)designación del Poder Ejecutivo Nacional (presidente o director); 2)establecer la capital en una provincia o en territorio para establecerla permanentemente, o quizás volver -se plantea en el interrogante- a la ley de 4 de Marzo de 1826; 3)declarar a las Provincias independientes y libres para regirse interiormente por sus propias instituciones (nos trae a la memoria la Ley Fundamental de 1825); 4)investir al Poder Ejecutivo Nacional de las facultades que le competen, es decir, guerra y paz, relaciones exteriores, mando de la fuerza pública y Guardia Nacional; 5)dar garantías publicas e individuales, a las que anexa sus reflexiones sobre libertad de imprenta y propiedad; 6)mantener la integridad del territorio, es decir, que toda la Nación y cada una de sus partes estén obligadas a sostener la integridad territorial. Cabe preguntarse si lo hemos cumplido; especialmente si recordamos la solución de los problemas de límites; 7)conservar la relación pacífica con los indios y promover a la seguridad de las fronteras. Aquí vaticinaba que pasarían muchos años hasta que la población civilizada penetrara a los territorios habitados por los indígenas. Luego meditaba: “El exterminio de los salvajes por medio de la guerra; ni es justo ni útil; después de extinguirlos ¿qué población ocuparía esas tierras? Los indígenas son hombres, y debemos concederles, cuando menos, los derechos que acordamos a los africanos libres”. En esta oportunidad no podemos dejar de traer al recuerdo que Fragueiro pertenecía al “Instituto de África” en forma honoraria, el que bregaba por la defensa de los derechos de la raza africana.
Volviendo a nuestro país pensaba que, introducida pacíficamente la civilización en la zona indígena, podía establecerse la línea de limites o fronteras entre las Provincias y sus territorios; y más aún, que “sería justo reconocerles el derecho de propiedad al terreno que ocuparen, e intervenir en su distribución entre los varios propietarios, a fin de que conozcan las ventajas del poder social, que da a cada uno lo que es suyo”. Pensamiento equitativo, superior, justo.
En la Cuestión Segunda , estudió Fragueiro el arreglo del comercio exterior e interior. Se desprendían de ella según su análisis, estos puntos: 1)designación de puertos secos y marítimos en todos los puntos del Litoral y de las fronteras, que en virtud de su conformación y ubicación natural permitieran la concurrencia del comercio marítimo o terrestre. Todos ellos estaban bajo jurisdicción nacional; 2)establecimiento de aduanas exteriores uniformemente reglamentadas. Muy vinculada al punto anterior, se deduce que si los puertos eran establecimientos nacionales, las aduanas igualmente lo eran, porque solo la Nación puede dictar tarifas e imponer derechos a los productos de exportación o importación. Este punto fue muy examinado por el autor y analizado en todos sus detalles y supuestos. Así llegaba a la conclusión que debía abandonarse el sistema aduanero de la época colonial y de la centralización. Decía “el comercio debe tener hoy la extensión que requiere la actual producción y el acrecimiento que ella ofrece: los productos deben tener la libertad de concurrir a los puertos, donde pueden ser expendidos al mejor precio”; 3)moneda nacional, en que cita la variedad de numerario en circulación, de lo que resultaba un desorden cambiario perjudicial y perturbador de las relaciones comerciales. Propuso a los efectos de un tipo de papel moneda que seria preferente a la moneda metálica. De todas maneras faltaba mucho tiempo todavía para arribar a la unidad monetaria argentina; 4)correos y vías públicas. Decía que su mantenimiento era también de incumbencia del Gobierno Nacional, ya que “caminos y correos son los vehículos de la industria para poner sus productos y relaciones escritas en los mercados respectivos” y demostraba que “los correos más servían al Gobierno con su correspondencia oficial, que al público y al comercio”.
Llegamos ahora a la Cuestión Tercera que trata sobre el arreglo de la navegación. De este asunto deriva, 1)marina nacional de guerra y mercante en el que observa que aquella era un resultado de ésta, pero que podía ser a la inversa después de la aplicación del vapor. Lo importante era el fomento de nuestra futura marina; 2)en el segundo apartado se preguntaba, “¿la navegación interior de los ríos será libre para todas las Naciones o exclusiva a la bandera nacional?”. Luego razonaba que, a los efectos del comercio, los ríos interiores eran como caminos terrestres interiores; si los comerciantes al internar sus mercaderías quedaban bajo la jurisdicción de las leyes del país con lo que se adelanta a la Doctrina Irigoyen , otro tanto había de ocurrir cuando solicitaran internarse por los ríos. Al tratar sobre aduanas, opinaba que los buques podrían entrar sin inconvenientes al interior de los ríos (rumbo a los puertos de destino), una vez que hubiesen pagado los derechos en la aduana nacional. Pero ésta concesión a la libertad absoluta que otros pretendían, mediaba una distancia enorme e intereses importantes a considerar.
Arribamos ahora a la Cuestión Cuarta sobre cobro y distribución de las Rentas generales. Para su mejor análisis la dividía en cuatro puntos: 1)Provincia de Buenos Aires, siendo esta la capital del Estado. El tendrá en su crédito las existencias que hubiere, más las acciones y derechos de Buenos Aires y de la Nación ; y figurarán en su débito los presupuestos y la deuda que reconociese por la responsabilidad que la capital acepta de la anterior Provincia”. Agregaba que, mientras el crédito se acrecentaría con los nuevos impuestos y reglas a establecerse, el debito lo haría con las nuevas demandas, y gastos que se presupuestaren. Todo lo que había que procurar era que la balanza comercial fuese favorable a nuestro país. Sobre estas bases surgiría un “Tesoro que pueda subvenir a las necesidades públicas, haciendo al mismo tiempo grandes beneficios a la industria nacional”. En un segundo momento se refería al crédito publico al que caracterizaba como el ultimo termino en la línea del progreso social y como la verdadera riqueza del Estado. Es decir, era la confianza en el porvenir basada en el poder productor de la sociedad. En la tercera parte de esta cuestión señalaba la forma de administración del Crédito Público. En primer lugar había que centralizar todas las oficinas dispersas en una sola administración principal. Luego señalaba sus atribuciones y las obligaciones que de ellas derivaban, es decir, inspección de aduanas interiores, de tesorería y cajas nacionales, del Banco principal y sus sucursales en las Provincias, de la acuñación de moneda, de los fondos públicos interiores y exteriores, y demás cuestiones relativas a la mejor administración. 4)Tierras de propiedad pública: aunque la Confederación Argentina no tenía en ese momento -1852- sus límites establecidos, las tierras aún no pobladas debían ser declaradas de propiedad nacional y formar parte de los haberes del crédito público.
Finalmente entramos a considerar la Cuestión Quinta , dedicada a pago de la deuda de la República. Este tema comprendía cinco puntos muy ensamblados entre sí y eran los que siguen: 1)clasificación y reconocimiento de la deuda; 2)consolidación y modo de pagarse; 3)fondos públicos; 4)amortización; 5)empréstitos en Inglaterra: arreglo con los tenedores de Bonos. Según el análisis de la Cuestión , se requería en primer lugar investigar acerca del monto de la deuda y su naturaleza, para establecer de acuerdo a ello la forma adecuada de pagarla. Luego observaba que, teniendo en cuenta la continua guerra en que ha vivido la Confederación , “nada hay más moderado que su deuda.¿Cuál de los Estados contemporáneos no esta igualmente adecuado?¿Qué Gobierno en 40 años no ha aumentado su deuda en cifras mayores respectivamente?...lo que importa es saber si tenemos medios de pagar y llenar los presupuestos”.
En todo esta trabajo Don Mariano Fragueiro sintetizó su doctrina, su teoría a modo de colaboración a favor de su gran problema planteado apenas comenzada la segunda mitad del siglo XIX: la organización del país en todos sus aspectos. Hubo otras contribuciones, pero no vamos a comparar el valor de una u otra, sino a contemplar el lado positivo de todos los aportes, vale decir, el procurar lo mejor para su patria. En su libro Fragueiro se planteaba los problemas nacionales, los analizaba a nivel de detalle y buscaba o sugería, en síntesis, las soluciones objetivas y concretas que juzgaba equitativas y adecuada. Por ello creemos que es justo que todos quienes colaboraron en la magna obra de organización nacional deben ser conocidos en la misma medida, en tanto es valiosa su inquietud y cooperación: en esta oportunidad hemos querido rendir nuestro homenaje y nuestra recordación a Mariano Fragueiro, un hombre del Interior vinculado al Litoral
“Los temas de este libro –Cuestiones Argentinas- y sus conclusiones son las mismas que, incorporadas más tarde a la Constitución Nacional , han llegado a constituir la base de nuestro derecho público, entrando en la corriente central de nuestras ideas... como documento histórico resulta de un valor indiscutible... y para su autor una comprobación terminante de su celo patriótico y de la elevación ideal de su pensamiento”.
Pocas líneas atrás opinábamos nosotros sobre el tema en cuestión; luego insertamos el juicio al respecto del Dr. Enrique Martínez Paz, un hombre de la primera mitad del siglo XX. Ahora retrocedamos más y conozcamos la opinión de uno de sus coetáneos, el Dr. Benjamín H. Lavaysse, santiagueño. El comentaba a Don Manuel Taboada -Gobernador de Santiago del Estero- cuando Fragueiro aceptó el ministerio de hacienda en 1853:”La adquisición que hemos hecho de esta ilustrada notabilidad argentina es valiosísima... Consuélese Ud. mi amigo en el brillante porvenir del país, porque con hombres de la talla de Fragueiro... podemos tener patria, pero un patria próspera, grande y perdurable”.
Y si nos vamos más lejos en la dimensión del tiempo, leamos un párrafo de uno de los jóvenes de la generación de 1810, a modo de antecedentes: ¿No dijimos que Fragueiro perteneció por sus ideas a la generación de 1838, es decir a aquel grupo de jóvenes imbuídos de los principios de Mayo de 1810?. Decía Manuel Belgrano: “nada más importante que tener un conocimiento exacto de riqueza y fuerza de los Estados; este es el objeto de la ciencia Estadística, y su fin para proceder con acierto en todas las disposiciones que se dirijan al orden económico a efecto de fomentar la Agricultura , animar la Industria , y proteger el Comercio como que son los arcos torales de la felicidad pública”. Hay una cierta analogía entre el pensamiento de Belgrano y el de Fragueiro: riqueza del Estado, protección del comercio, felicidad pública. Analogía y preocupación en beneficio de país.
Fragueiro había tomado su posición al mostrarse partidario del principio de democratización de la economía como cimiento de una nueva civilización. Principio que entrañaba oponerse a todo aquello que impidiera a los componentes de la comunidad su derecho a la felicidad, liberado al fin el hombre de sus necesidades apremiantes.
Su persona y sus libros por mucho tiempo injustamente casi semi olvidados, vuelven a ser hoy motivo de estudio y análisis, especialmente en las Cátedras en que corresponde hacerse. Con el se inicia la serie de economistas argentinos, que, según señala la histografía nacional, continuara después con los nombres de Alcorta, Avellaneda, Agote, Alberdi, Terry, hasta llegar al tiempo actual en que valiosos y numerosos aportes se están realizando en ese sentido en todo el país, tanto en forma individual, como en labor de equipo.-
Liliáns Betty Romero Cabrera
Mariano Fragueiro: Su pensamiento sobre la organización del país
Cuadernos de historia, Tomo n° 33
Mariano Fragueiro
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Mariano Fragueiro, (Córdoba, 1795 – íd, 1872), comerciante, financista y político argentino, ministro de hacienda de la Confederación Argentina y gobernador de Córdoba.
Negocios y política Hijo de un comerciante español, adquirió una sólida cultura en la Universidad de Córdoba y se dedicó también al comercio, radicándose en Buenos Aires, donde se relacionó con el Deán Funes y se casó con una hija del riquísimo español Martín de Álzaga.
En 1825 formaba parte del directorio del Banco de Buenos Aires, fundado a iniciativa de Bernardino Rivadavia y Manuel José García, y apoyó financieramente la campaña de los Treinta y Tres Orientales contra el imperio del Brasil. Propuso frenar la salida de oro y plata del país y resellar la moneda de plata para que pasara a ser un valor simbólico. Su iniciativa fue rechazada como estatista. Exploró el recorrió el río Tercero, con la idea de hacerlo navegable, pero descubrió que su caudal no es suficiente.
En 1829, cuando el general Paz invadió Córdoba y conquistó el gobierno provincial, fue designado representante suyo ante el gobierno de Buenos Aires, dirigido entonces por Juan Lavalle. Caído éste, se trasladó a Córdoba, donde fue nombrado ministro de gobierno. En 1831, al caer prisionero Paz, fue nombrado gobernador interino, con la sola misión de firmar un tratado de paz (de rendirse, en realidad) con el caudillo Estanislao López. Fue arrestado y llevado a Buenos Aires, donde compró su libertad.
Extendió sus negocios mineros en Córdoba, La Rioja y Bolivia, asociado con el millonario Braulio Costa, a través del cual entró en contacto con Facundo Quiroga. En 1834 pasó a Tucumán acompañando a los jóvenes Juan Bautista Alberdi y Marco Avellaneda. Hizo negocios mineros en Copiapó, Valparaíso y Santiago de Chile, y fue el autor del proyecto de ferrocarril entre Copiapó y Caldera, que pocos años más tarde sería el primer ferrocarril de América Latina. Entró en contacto con los emigrados unitarios, pero también con Rosas, de quien era el representante secreto en Chile. También publicó varias notas periodísticas sobre la reforma del Banco Nacional de Chile.
Obras sobre finanzas y economía: Durante una estadía en Córdoba, bajo la protección del gobernador Manuel "Quebracho" López, publicó un periódico oficialista, y pasó a Buenos Aires en 1847. Allí comenzó a escribir su obra capital, "Organización del Crédito", en la que mostraba ser un admirador de Saint-Simon, y de su socialismo utópico. Según él, cuando particulares hacen un uso exclusivo del derecho de propiedad y administran el crédito bancario, usurpan derechos de la comunidad. Creía que, si bien el capital particular era capaz de generar fortunas, el capital estatal era aún mejor, y que su progreso no tendría límites. De esa reforma del crédito derivaría la reforma social que el país esperaba.
Para llevar a cabo sus ideas era necesario un gobierno fuerte, y veía ejemplos de este tipo de gobierno en el de Bulnes en Chile, y en el de Rosas en Buenos Aires. Era un liberal que no se llevaba bien con los unitarios, aunque se llevó bien con los hombres de la "generación del 37" o Asociación de Mayo.
Fue el primer pensador argentino que tuvo en cuenta la diferencia entre lo que hoy llamaríamos macro y microeconomía. Sostenía que al estado no le convenía vender rápidamente todos sus bienes, sino hacerlos producir, ganar dinero y aumentar su valor. Sólo después, desprenderse de ellos a cambio de altos precios. Se oponía al socialismo comunista pero apoyaba la intervención estatal en la economía, especialmente en la regulación y control del crédito. También propuso conseguir una verdadera libertad de imprenta, en que no se publicara sólo lo que escribía el que podía pagar.
Viajó nuevamente a Chile en 1849, donde escribió su otra gran obra, "Cuestiones Argentinas", en que se explayaba en cuestiones monetarias y de finanzas públicas.
De regreso en Buenos Aires, el presidente Urquiza lo nombró ministro de Hacienda de la Confederación Argentina. Fundó el Banco Nacional de la Confederación Argentina , que por un tiempo emitió papel moneda. Sancionó el Estatuto para la Organización de la Hacienda Pública. Planeó una gran expedición al desierto, incorporando tierras a la Confederación sin exterminar a los indios. Renunció al ministerio al fracasar el Banco, en septiembre de 1854.
En 1856 fue electo senador nacional y se opuso a la ley de derechos diferenciales a la importación, con la que la Confederación intentaba competir con el puerto de Buenos Aires.
El gobierno de Córdoba: En 1858 fundó el partido liberal de Córdoba, como una coalición de ex unitarios, y fue electo gobernador de Córdoba, derrotando al ministro nacional Santiago Derqui. Tuvo buenas relaciones con el gobierno de Buenos Aires, pero ayudó al presidente Urquiza a ganar la batalla de Cepeda.
Su gobierno en Córdoba se centró en las medidas económicas, suprimiendo viejos impuestos, consolidando la deuda provincial, y organizando la Caja de Depósitos, un antecedente del Banco de la Provincia de Córdoba que otorgaba créditos y descuentos a papeles. También organizó el correo, creó un colegio militar para la Guardia Cívica , creó la Academia de Práctica Forense, el registro de bienes raíces, etc.
En 1860 enfrentó nuevamente a Derqui, esta vez como candidato a presidente, y durante la campaña, los partidarios de Derqui en Córdoba fueron perseguidos y encarcelados. Fue derrotado por presión de Urquiza, y la violencia que había ejercido se volvió en contra suya: a principios de 1860, cuando viajaba por el norte de la provincia, fue capturado por los opositores. Éstos contaban con el triunfo de una revolución en la capital de la provincia, pero ésta fracasó. Tras cinco días de prisión, fue liberado; pero se encerró en su casa, delegando el gobierno durante meses, hasta que en julio de 1860 renunció. Meses más tarde, presidió la convención que reformó la Constitución Nacional.
Se trasladó a Buenos Aires y apoyó la campaña de Bartolomé Mitre para imponer su candidatura a la presidencia y el dominio porteño sobre el resto del país. Fue senador nacional por Córdoba, y más tarde miembro de la Convención Constituyente de 1865.
Murió en Córdoba en julio de 1872.